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  31 diciembre, 2004 
... se me acabara el mundo, no sé si me enfrentaría a un cielo plagado de estrellas o al infierno más sofocante. Si hoy le dijera adiós a la vida, quién sabe a dónde iría a parar. Sé que dejaría una leve huella en la arena, que el mar se llevaría lejos, porque no fui capaz de cambiar mi propia vida ni la de nadie, y si lo hice... aunque no me gustaría pensarlo, quizá fue para mal. Pero de lo que realmente estoy segura es de lo que me llevaría conmigo en ese largo viaje que es la muerte... cosas que me niego a dejar en tierra. Esto es lo que reclamo para mí:
- El ruido de la lluvia al chocar contra el cristal.
- El olor a tierra mojada de las tormentas de verano.
- Aquel atardecer en mi pueblo, en el que comprendí que la belleza puede clavarse como mil puñales.
- Un ejemplar del libro de El Principito, y a ser posible, su flor en una maceta.
- Un disco de Los Planetas.
- Lápiz y papel, para escribir una canción de despedida.
- Algunas notas de la guitarra acústica de Sergio.
- Las caricias de mi madre, cuando todavía no le temblaba el pulso.
- El color de los ojos de Gabriel, que tanta paz supieron dame.
- La sonrisa de Marcos, cuando me miraba tímidamente y bajaba la cabeza.
- Un abrazo de mi hermano.
- La dulzura de mi abuela.
- Mi álbum de fotos, en blanco y negro y papel baritado, quiero pensar que allí las cosas no cuestan dinero.
- El olor del mar.
- La risa contagiosa de Carmen, de la que quiero pensar que sigue haciéndolo como antes.
- La alegría de Jonne, que nunca ha dejado de acompañarme.
- El corazón de Amaia, tan grande que tendría que llevarlo en una bolsa aparte.
- Las palabras de esperanza de Nerea que nunca permitió que me viniera abajo.
- La estrella que vimos Sergio y yo el último día que pude llamarle sinceramente "amigo".
- Mi bicicleta de montaña, destrozada de tanto recorrer lugares conmigo.
- El sabor de mi primer beso.
- La voz de Jonathan.
- El abanico azul que me regaló Álex.
- La ventana de mi habitación de Noja, desde donde se veía la playa.
- Una servilleta que guardé de la primera cena que tuve con mis compañeros de facultad.
- Los silencios en los que sólo escucho mi respiración.
- La ternura con la que Sergio me prometió la eternidad.
Hay cosas que no se olvidan
   l Maktub l